Estrena su largometraje sobre un exboxeador y su lucha en un ambiente hostil
Por Mariela Fullana Acosta para El Nuevo Día
El cineasta puertorriqueño Gustavo Ramos siempre quiso contar la historia de un boxeador. Desde que comenzó a seguir el boxeo a temprana edad le llamó la atención ese sentido de justicia sobre el cuadrilátero, ese combate uno a uno, donde cada decisión, cada movimiento, cada puño, puede costar la vida.
“A mí me parece algo tan hermoso y honesto a la vez. Hay mucha gente que no lo ve así, que lo ve como algo salvaje, como algo violento. Pero en su esencia, era un hombre o una mujer que ganaba su vida, su sustento, con sus dos manos y sus dos pies. Eso en sí es poesía”, dice el cineasta, criado en Cupey.
Inspirado en esa belleza bruta, prestándole el título al escritor Francisco Font-Acevedo, Ramos desarrolló hace 12 años la primera versión del guión de lo que se convertiría en su primer largometraje, “El chata”, película que estrena este jueves, 5 de abril, en los cines del país. Se trata de un filme que se aleja de la típica trama de las victorias de un campeón para narrar los fracasos de un exboxeador, quien luego de salir de la cárcel tendrá que aguantar golpes para sobrevivir.
“Los personajes de esta película son como una oda al fracaso”, afirma Ramos sentado en una oficina de la redacción de El Nuevo Día.
“A mí no me parece malo el fracaso, al revés, me parece una herramienta directamente hacia el triunfo. Si lo hilamos con el tema del boxeo, grandes boxeadores, de los mejores de la historia, han tenido derrotas. Gente que incluso estuvo 20 años cogiendo golpes para al final no tener nada en su vejez”, agrega el director, para quien el cine debe servir como ese espejo donde la gente pueda mirarse y donde se reflejen esas situaciones duras que muchas veces se invisibilizan.
“La gente se cree que su mundo es el único mundo, y Puerto Rico son muchas situaciones en una. Muchas situaciones de gente que vive en barrios violentos, de gente que no tiene muchas salidas, de gente inteligente, no con falta de capacidad, sino con falta de oportunidades”, precisa.
Ese universo desesperanzador que describe es por el que transitan los personajes de su película, protagonizada por Alexón Duprey y Mariana Monclova. La trama presenta a “Samuel” (Duprey), un exboxeador que al salir de la cárcel regresa a su barrio con el interés de reconquistar a su esposa (Monclova) y conocer a su hijo. A “Samuel” le sobra talento para volver a ser campeón de boxeo, pero su destino es aguantar golpes.
“El chata es la persona que ponen a coger golpes para que el campeón practique y él termina siendo chata de alguien que él sabe que puede derrotar fácilmente. Ese es el punto, cómo una persona termina siendo empleado de alguien a quien supera. Pero a veces es así, uno tiene que bajar la cabeza y decir ‘dame, porque fue lo que ahora me tocó’. La vida a veces te coge de ‘punching bag’ y entre las malas decisiones que uno toma y las circunstancias que uno no controla, puede ir de cien a cero en una semana”, establece sobre esa metáfora que permea en el filme y que fácilmente puede aplicarse a la situación actual del país.
Ramos, quien estudió cine en Madrid y vivió cinco años en Europa, ha dicho anteriormente que esta historia comenzó a tomar forma luego de un incidente que lo sacó de su cama la noche que regresó a Puerto Rico. Cuando intentaba conciliar el sueño lo estremecieron los gritos de un niño que le suplicaba a alguien “¡no mates a mi papá!”. Seguido, escuchó una ráfaga de tiros. Lo más que le impresionó de aquel suceso fue la indiferencia. “Nadie prendió la luz ni hizo nada”, recuerda.
Ante el silencio de aquella noche, el cineasta decidió escribir para visibilizar y reflexionar sobre tantos fracasos de este Puerto Rico al que llegó a vivir. “Todos tenemos a alguien que mataron por accidente o porque se formó un tiroteo y cogió una bala perdida o por un ‘carjacking’ o por lo que sea, pues vamos a hablar por qué pasa esto. ¿De dónde viene ese fracaso? Porque hay que aceptar que fracasamos. Fracasamos como país, nos fue mal, pero qué vamos a hacer. La gente odia escuchar esas palabras, pero es la única forma de reconstruirte cuando ya todo se destruyó”, analiza el director.
El tema de la caída, de las decepciones, es central en la trama de “El chata”, al igual que lo es el asunto de la emigración. Luego del huracán María, han sido miles las familias que se han ido de Puerto Rico a Estados Unidos, acelerando la migración iniciada con la crisis económica en 2006. En este nuevo escenario post María, Ramos observa que su filme se reviste de una nueva importancia.
“Sin duda, ahora tiene una pertinencia diferente y aún más con el tema de la emigración, que es muy serio y que es un tema fuerte en la película”, observa.
“Hay un personaje, el de ‘Susana’, que lo hace Mariana Monclova, y el de ‘Samuel’, que lo hace Alexón Duprey, que tienen esa disyuntiva de ¿qué hacemos? La primera línea que ella le dice a él cuando sale de la cárcel es ‘¿tú me prometes que nos vamos a ir?’ Y en esa está la gente, yéndose y viniendo. Yo creo que eso afecta muchísimo al desarrollo de las familias, al desarrollo de negocios y al desarrollo de una idea como país. ¿Quién se va a quedar? ¿qué país nos va a quedar? Pues eso se plantea mucho en la película. De hecho, es uno de los problemas principales”, adelanta Ramos, quien tuvo que posponer el estreno original del filme, el cual estaba pautado para el 9 de noviembre, debido al embate del huracán.
La crudeza que presenta “El chata” se ha venido observando en otros filmes de cineastas puertorriqueños contemporáneos, como “Antes que cante el gallo”, de Arí Maniel Cruz y Kisha Tikina Burgos, y “La granja”, de Ángel Manuel Soto, por mencionar algunas. Al cuestionarle a Gustavo Ramos por qué esta generación ha optado por narrar este tipo de historias, de ese otro Puerto Rico caótico y violento, esboza algunas ideas.
“Obviamente, el mundo tiene unas tendencias artísticas de las que todos nos agarramos sin darnos cuenta, y creo que tiene que ver mucho con eso, con vernos, salir afuera, volver, vivir en otros países, ver otras realidades, ver otro cine, y encontrarnos a nosotros mismos. Decir ‘seguimos contando las mismas historias o vamos a meterle mano al problema, vamos a hablar de lo que hay que hablar’”, puntualiza.
Regresando a su película, la cual terminó de escribir con la colaboración y asesoría de Xenia Rivery y que fue producida por la Corporación de Cine de Puerto Rico y Studio Creativo, Ramos señala que está satisfecho con el resultado final. Ahora lo que resta es que el público acuda al cine.
“Creo que la gente debe ir a ver la película no solamente porque es una buena historia y está bien contada y se va a entretener, sino porque estamos en un momento crucial en nuestra sociedad en el cual o nos autoanalizamos y nos autocriticamos o nos vamos por el hoyo”, comenta para enseguida hacer una advertencia.
“No vaya a ver una película puertorriqueña porque es puertorriqueña, vaya a verla porque es buena, porque tiene algo que contar”, dice.
Antes de terminar, Ramos agrega que “lo más importante” sobre su filme “es que la gente va a ser capaz de ver, entender y comprender la ternura o la belleza que tiene a veces el no ganar algo o ganar, quién sabe”, concluye con la esperanza de provocar nuevas miradas en ese gran espejo.